Poco para nuestra sorpresa, el reciente acto feminista de Beyoncé hizo que, una vez más, se genere una gran polarización de opinión entre mujeres. Como la mayoría de sus actos feministas en el pasado, éste tampoco se salvó de reacciones opuestas. Por un lado, algunas mujeres glorifican su contribución a la promoción de la causa feminista y, por otro lado, otras condenan su comportamiento como antifeminista. Estas respuestas opuestas provienen de mujeres de diversos grupos de edad y de diferentes antecedentes culturales y raciales. Las posturas van desde “se está cosificando a sí misma y es un mal modelo a seguir”, a “al menos está exponiendo la causa feminista a audiencias más grandes”, hasta “es una mujer poderosa y libre que está haciendo uso inteligente de su voz para el beneficio de todas”. Una división similar en opinión, aunque en base a posturas diferentes, fue causada por la luchadora de UFC, Ronda Rousey, al decir que una mujer que “trata de ser bonita y ser cuidada por otra persona”, es una “do-nothing bitch” (perra que no hace nada).
Los actos de estas mujeres en nombre del feminismo, ya sea que los encontremos bien o mal, no son necesariamente problemáticos, pero la manera en que les respondemos sí lo es.
Personalmente, me gusta aprender de las diversas perspectivas de la gente sobre el feminismo, ya sea de los que se hacen llamar feministas o no, pero me parece que esta conversación en particular es un tanto agotadora, sobre todo porque parece que está centrada en individuos y está generando división entre ellos, es decir, muchas de las opiniones, a favor o en contra de sus actos, están conformadas por preferencias individuales y son explícitamente dirigidas a las acciones de Beyoncé o Rousey -individuos también. La falta de un propósito unificado dentro del movimiento feminista, es preocupante.
Tal vez la mayoría de las feministas estarían de acuerdo en que el principal objetivo del feminismo de hoy en día podría ser definido de manera simple como: la búsqueda del establecimiento de la igualdad de oportunidades y de trato para todos los seres humanos. Una igualdad que no sólo se manifieste en los sistemas y estructuras que manejan nuestras sociedades, sino una igualdad que esté grabada en las mentes de todos y que moldee nuestra actitud hacia todos los seres humanos. Sin embargo hoy en día el feminismo se refleja en la práctica de manera diferente para cada persona. Y eso está bien.
Nuestras diferentes manifestaciones de feminismo en la práctica vienen, en gran parte, de nuestra educación y de nuestra exposición frente a la discriminación. Por ejemplo, algunas mujeres tienen experiencias más intensas y más frecuentes con la discriminación, por lo que requieren una atención más inmediata, pero naturalmente cuando la sociedad no les presta suficiente atención les puede generar más ira e indignación, y por eso sus expresiones de feminismo podrían ser más fuertes (al igual que otras mujeres que sienten gran empatía por ellas). Debemos entender esto, porque el monitorizar los esfuerzos feministas de otras, sin comprender las dificultades ajenas, socava la validez de esas dificultades y debilita nuestros esfuerzos por lograr la igualdad universal.
Nuestra causa tiene un aspecto individual y uno colectivo. Es por eso que, sin lugar a dudas, su promoción debe hacerse con sabiduría, lo que significa que debemos esforzarnos para que nuestras acciones individuales sean causa del progreso de todas. Esto implica dos áreas de trabajo: por un lado, el feminismo es un esfuerzo individual, una responsabilidad personal; por el otro, debemos compartir nuestros esfuerzos con los demás y mantener un diálogo constante. De esta manera, seguimos educándonos a nosotras mismas y a nuestras sociedades en el transcurso. Pero eso no quiere decir, en ningún momento, que tenemos que preocuparnos por monitorear y menospreciar los esfuerzos de otras mujeres, o la falta de esfuerzos, y luego tacharlas de seres humanos no inteligentes, ya sean celebridades o no.
Es sabido que, lamentablemente, las mujeres pueden ser muy crueles cuando se trata de juzgar a otras mujeres, desde la apariencia hasta las decisiones de vida y de carrera –o falta de -; pero tenemos que darnos cuenta de que la desunión entre nosotras no ayudará a nuestra causa, la destruirá. Ya nos hemos pasado bastantes siglos enseñando a las niñas a competir unas contra otras por la atención de los niños; no hagamos que las niñas del futuro transformen esa rivalidad en quién practica el feminismo correctamente y quién no.
Feminismo no quiere decir odiar a los hombres, no quiere decir condescender a las mujeres que no se hacen llamar feministas, y definitivamente no quiere decir menospreciar a las mujeres que toman decisiones con las que no estamos de acuerdo (ya sea una mujer que se auto-cosifica, o una ama de casa, o una mujer de carrera). Se trata de ser libre de elegir lo que queremos ser y a la vez expresar amor a todos. Se trata de celebrar la libertad de elección en lugar de los roles impuestos, incluyendo aquellos roles que no elegiríamos personalmente. Es sobre promover libertad para que todos los individuos puedan desarrollar sus potencialidades en el camino de su propia preferencia.
El feminismo también sugiere que todos tenemos plena libertad para expresar nuestros puntos de vista y practicar nuestros propios principios en la vida, tan firmemente como queramos; pero tenemos que ser conscientes de que ofender directamente la expresión de feminismo de otra mujer desestabilizará nuestra causa. El objetivo de nuestra causa es más grande que nuestras preferencias personales. No tenemos que estar de acuerdo en la forma en que practicamos el feminismo, está bien no estar de acuerdo y está bien expresar nuestros puntos de vista con tanta fuerza como queramos, pero no menospreciando a otras mujeres, porque al hacer eso estaríamos reforzando nuestras diferencias en lugar de fomentar la igualdad. Desviar la atención del objetivo principal (igualdad de oportunidades y libertad de elección) a nuestros valores personales es contraproducente para la causa del feminismo; es ególatra. Lo más productivo sería usar nuestra voz y ejemplo para compartir nuestras ideas, pero sin atacar a nadie ni burlarse de las acciones de otras mujeres; de esta manera, estaríamos teniendo una conversación justa sobre el feminismo. Pero para eso, antes debemos recordar que estamos teniendo una conversación.
Sentir pasión por un tema es hermoso, tener la capacidad de conversar sobre ese tema es aún más hermoso, pero lo más maravilloso es poder dirigir esa capacidad de conversación hacia acercarnos más unos a otros. Por eso sugiero que cuando estemos a punto de compartir una opinión apasionada, ya sea sobre una celebridad o sobre la chica de al lado, pensemos en cómo nuestras palabras nos acercarán más como humanidad. El objetivo de nuestra causa es más certero que su camino, lo que significa que juntos estamos aprendiendo cuál es la mejor manera de alcanzar nuestro extraordinario objetivo. Ningún intento será perfecto, pero todos contribuirán a la conversación.
No será tan difícil mantener una conversación justa si nuestro propósito es la igualdad para todos. Nuestras experiencias y nuestras luchas pueden ser diferentes en cuanto a forma e intensidad, pero teniendo conversaciones profundas e inclusivas, y sintiendo empatía por todos, es como todas nuestras perspectivas contribuirán a lograr ese máximo objetivo que muchos de nosotros compartimos: vivir en armonía. La armonía no se logrará mediante la imposición de nuestros principios personales, o escuchándonos superficialmente unos a otros, la armonía vendrá de nuestra unidad. Y nuestra unidad nacerá de conversaciones integracionistas y que fomenten la participación universal. Es en este sentido que hago la pregunta: ¿qué será más beneficioso para todos, criticarnos unos a otros en nombre de la igualdad, o conversar sobre cómo alcanzar la igualdad con un espíritu de unidad?