Pero no quiere decir que tenemos tiempo para decirle cerda gorda a Rosie O’Donnell.

Durante el primer debate republicano, Megyn Kelly, moderadora y reportera regular de Fox News, llamó la atención de Donald Trump por los comentarios misóginos que éste hizo en el pasado. La respuesta de Trump fue: “Creo que el gran problema que tiene este país es ser políticamente correcto. Mucha gente me ha desafiado y yo, francamente, no tengo tiempo para la corrección política total. Y para ser honesto con ustedes, este país no tiene tiempo tampoco.”

Para confirmar sus palabras, un día después dijo en CNN que Kelly es una “ligera” a quien “no le tiene respeto”, y que “Se podía ver que le brotaba sangre de los ojos. Le brotaba sangre de todo lado”.

No quiero dar mi opinión sobre él en su calidad de candidato presidencial ni sobre su calidad como ser humano. Lo que quiero es observar el tema de la corrección política en nuestras sociedades y, ojalá, contribuir a una discusión justa que permita a la gente elegir voluntariamente lo que quieran creer.

Después de escuchar sus comentarios, mi principal preocupación fue la abrumadora respuesta positiva de la audiencia y luego la cantidad de apoyo que sus comentarios recibieron en distintos medios de comunicación. No voy a describir las características demográficas de la gente que apoya sus comentarios (asumo que toda persona relativamente inteligente se da cuenta), pero sí voy a decir esto: la corrección política no fue creada para proteger a las personas que no son minorías. Así que el hecho de que hayas venido insultando casualmente a personas que son diferentes a ti, de una forma u otra  durante toda tu vida, y que ahora esa gente te está llamando la atención por esos insultos, no te priva de tu derecho a la libertad de expresión, te priva de ser un completo imbécil; así que relájate, hazte un favor y escucha a esa gente, porque te están dando la oportunidad de mejorar como persona.

Teniendo en cuenta la influencia que nuestras palabras tienen en nuestros propios pensamientos y los pensamientos de los que nos escuchan —un término aparentemente inocente puede perpetuar un estereotipo o reforzar la marginación— la corrección política es un ingrediente clave para que podamos vivir en armonía.

Sin embargo, a veces prestamos más atención a lo que se dice en lugar de a qué se refiere, o a las intenciones detrás de las palabras; estamos más preocupados por lo que hay que decir que por lo que nuestras palabras deben representar. No se trata de sólo crear reglas para regular nuestro lenguaje —y como resultado nuestros pensamientos—, se trata de mejorar lo que sentimos el uno del otro. Si algo es políticamente correcto o no es una cuestión importante, pero lo que define el problema es lo que el insulto representa .

Decir que la corrección política es un problema no está completamente equivocado. La corrección política es sólo una de las primeras etapas en la regulación de una sociedad que está en sus primeros pasos para darse cuenta de que sus miembros son en realidad iguales, y ​​lo que es más, que sus miembros son piezas de un sólo gran cuerpo. Necesitamos la corrección política, hoy y siempre, pero aquellos de nosotros que nos gusta regularla debemos tener cuidado de no caer en la auto-victimización o de no hacer que otros parezcan víctimas indefensas, mientras que al mismo tiempo hacemos que el responsable se sienta y vea como un completo monstruo sin esperanzas. Tenemos que ser conscientes de no caer en un comportamiento de disculpa extrema ni de estimular el falso respeto. Porque de esta forma la regulación del lenguaje puede convertirse en una herramienta de manipulación.

Por lo que tenemos que luchar, ahora que estamos aprendiendo los retos y beneficios de la corrección política, es  por inculcar una actitud sincera de unidad; una actitud que viene de una mejor comprensión de nuestra naturaleza humana y nuestra civilización humana. En nuestra naturaleza humana tenemos más similitudes que diferencias. Nuestra civilización humana se beneficiaría más de la unidad que de la animosidad. Una vez que entendemos estas verdades nos damos cuenta de que la corrección política no es el objetivo final, es sólo una pieza en el rompecabezas para lograr la armonía social en la que muchos de nosotros creemos y deseamos. Es sólo una de las formas en la que manifestamos esa actitud sincera de unidad.

Pensar que la mera corrección política es el objetivo final es un problema, porque eso nos expone a una fácil manipulación; nos convertimos en una pelota de ping pong que salta de las manos de un grupo oprimido enojado a otro. Simplemente regular las palabras de los demás es una pérdida de tiempo y energía. En esta etapa de nuestra evolución social, lo que queremos es verdaderamente educar promoviendo los beneficios de la igualdad y la unidad, de modo que las futuras generaciones no tengan que seguir luchando por regular quién dice qué a quién.

Uno podrá decir capacidades diferentes, de escasos recursos, nativo, persona de color, inmigrantes indocumentados, matrimonio entre personas del mismo sexo, y así sucesivamente, pero lo que va a determinar si uno es una buena persona o no es cómo en realidad se siente acerca de las personas a las que se refiere.

Lo que decimos debe en verdad representar cómo nos sentimos y cómo nos sentimos debe manifestar lo mejor de nosotros, y eso significa comprender y aplicar el principio de la unidad en todas nuestras interacciones. Obligarnos a ser respetuosos unos con otros no es suficiente; lo que queremos es transformar verdaderamente la discriminación, los prejuicios y los estereotipos, en sentimientos que manifiesten el principio de unidad. Sentimientos como el respeto, la paciencia, la solidaridad, la justicia, la compasión, el amor.

Así que, sí, ser políticamente correcto puede ser un problema. No tenemos tiempo para la corrección política total (solamente). Sólo regular nuestras palabras, sin cambiar las actitudes detrás de ellas, es una pérdida de tiempo. Pero esto no significa que tenemos tiempo para faltarle el respeto a las personas; eso significa que es hora de pasar al siguiente nivel: unidad en acción.

“El que da reverencia recibe reverencia.” Rumi

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