Cuando veo estos videos sobre bombardeos y tiroteos que ocurren en un lado u otro del mundo, donde la gente llora por sus seres queridos que han sido asesinados, donde todos están en estado de shock y desesperación, donde niños sin partes de sus extremidades claman por misericordia y compasión, donde padres lloran por falta de ayuda, no puedo sino unirme a ellos en tristeza y enojo al mismo tiempo, ¿cómo puede alguien no sentirse igual? Me siento impotente, soy una “nadie” en este asunto, sentada en la esquina de mi habitación viendo cómo otros seres humanos, seres iguales a mí, están siendo literalmente destruidos en pedazos, sin piedad ni remordimiento. Me enoja tanto lo que veo que sólo quiero gritar a todos basta! y lanzar mi computadora contra la pared.

Pero no puedo sólo llorar y gritarle a mi pantalla, y romper mi computadora no va a ayudar a nadie, pero puedo tratar de ser alguien que se suma a la cura en lugar de alimentar el odio; todos podemos. Puedo usar la misma computadora a la que le estoy gritando para canalizar mi ira a contribuir a la cura, para usar mi ira como un combustible para difundir lo que creo; y en lo que creo es en la unidad y la justicia. Unidad significa que todos – o sea todas las criaturas de la Tierra – somos uno, nuestro espíritu es uno y el mismo, y cada uno de nosotros representa una célula en el cuerpo de la humanidad. Justicia para mí significa que cada persona debe recibir lo que merece (castigo o recompensa) y la única manera de ejercer la justicia sin caer en la subjetividad es si se usa como instrumento para la búsqueda de la verdad, y debe ser moderada por la compasión.

No quiero rendirme y simplemente sentir pena por la humanidad como si no me afectara en realidad; y no puedo decir que porque no estoy directamente involucrada en estas tragedias que no debería compartir responsabilidad en lo que nuestro cuerpo de humanidad está atravesando. Diferentes personas y gobiernos están cometiendo atrocidades por diferentes razones, pero las razones por las que se cometen atrocidades no son lo que nos diferencia como seres humanos – no importa por qué alguien mata, todos los asesinos tienen una cosa en común y es que matan, no importa quiénes son y de dónde son, todos están convencidos de que tienen alguna razón para matar – lo que nos diferencia en nuestra calidad como seres humanos es nuestra conciencia y, consecuentemente, nuestras acciones. Y aunque no seamos de los que realmente cometen estos crímenes contra la humanidad, pero somos de los que justifican las acciones destructives de nuestra propia gente o de nuestros gobiernos “por un bien mayor”, o si sólo somos sensibles a los sufrimientos de un lado del mundo pero no por el otro, entonces no somos mucho mejor que los asesinos; sólo somos un mal menor.

Es por eso que expreso lo que creo, porque no quiero rendirme ni ser sólo un mal menor. No me quiero quedar sin esperanza y pensar que el odio es la regla, que la guerra es inevitable, que la codicia y el engaño son inevitables, que destruirnos es inherente a nuestra humanidad. Si lo hago, si elijo creer todo eso, significaría que estoy renunciando a mi poder, no sería mucho mejor que los asesinos y de hecho sería como ellos al perpetuar esas mentiras. Así que creo que en nosotros, en nuestra capacidad de ser mejor que eso, de elevarnos por encima de este comportamiento bestial al que nos hemos acostumbrado tanto, como individuos y como civilización mundial.

Tenemos que pensar más en lo que sí queremos creer y no sólo centrarnos en lo que ya no creemos. Para explicar mejor a lo que me refiero voy a dar un ejemplo: cuando los niños dejan de creer en Papa Noel, cuando se dan cuenta de que no es él quien les trae los regalos, y que por eso ya no tienen que portarse bien, incluso si nadie les está mirando, ¿qué estamos enseñándoles a creer en su lugar? Les enseñamos que quieren portarse bien por su propio bien y para traer felicidad a otros, y tal vez que los regalos son muestras de amor de sus padres. Lo que estoy diciendo es que cuando dejamos de creer en algo que ya no se ajusta a la realidad, tenemos que buscar creer en otra cosa que sí lo hace – por lo menos en la medida en que podemos entender. No debemos quedarnos sin esperanzas.

Y tenemos que pensar de dónde vienen nuestras creencias, cuál es nuestro origen y contexto, quién nos está diciendo qué creer. Por ejemplo, no puedo de forma automática y sin pensar decir que ya que algunas atrocidades están sucediendo erróneamente en nombre de una religión entonces no veo el bien que la religión puede llevarle a la gente, ya que la misma clase de atrocidades son cometidas por otros en nombre de la democracia, por el nombre del crecimiento material, en nombre de la libertad. Y no puedo decir que ya no creo en nada, porque entonces, ¿qué quedaría de mí? Por eso, por ejemplo, creo que Dios es esa fuerza que no tiene ni principio ni fin que alimenta nuestra existencia y que nos mantiene unidos, Dios es la gravedad, es la fuerza de atracción, es el amor. Cada uno de nosotros expresa una característica de Dios cuando sentimos compasión, cariño, impulso por ser justos, por escuchar y querer comprender a los demás, por ser amables y no herir a nadie; se manifiesta cuando nos sentimos conmovidos y en paz cuando contemplamos la naturaleza (porque Dios es el mismo espíritu en nosotros y en la naturaleza); todo esto es nuestro profundo ser, lo más real que podemos ser.

También creo en nuestra capacidad inherente para ser nobles. Creo en que somos mejores que esto que demostramos hoy en día. Tenemos que serlo. Somos mejores que máquinas perversas, que bestias codiciosas que extinguen todo lo que se interpone en el camino de sus propios intereses. Digo esto en el nivel individual y el nivel colectivo – porque a veces también manifestamos estos comportamientos en nuestra vida personal.

Tenemos que empezar pensando en cómo nosotros, como individuos, llevamos a cabo nuestras vidas y nuestras relaciones personales. ¿Qué entendemos acerca de nuestras propias sociedades? ¿Nuestro amor y lealtad van más allá de nuestras propias familias, países o razas? ¿Cómo tratamos a los extraños? ¿Somos justos y compasivos? ¿Somos amables? ¿Incluso con alguien que nos hizo daño? ¿Somos personas veraces? ¿Queremos encontrar siempre y defender la verdad, incluso si va en contra de nuestros intereses? Estas actitudes personales se traducen en la vida colectiva.

En otras palabras, el mundo es lo que somos, cada uno de nosotros; no estamos desconectados de lo que está pasando ahora. Todo lo que hemos aprendido y todo lo que enseñamos a la siguiente generación es lo que da forma a nuestra civilización mundial, lo que da forma a nuestra experiencia colectiva en la Tierra – por ejemplo, los que están en posiciones de poder hoy en día y que están cometiendo estos crímenes contra la humanidad alguna vez fueron niños educados por sus padres y escuelas; y los que se juntan para cometer crímenes similares basados ​​en una concepción errónea de una religión aprendieron a pensar así en algún momento de sus vidas.

Todos somos principalmente resultados de nuestra educación y nuestras experiencias, pero hasta que no seamos conscientes de las fuerzas sociales que influyen en nuestros pensamientos y actitudes no somos más que ovejas que siguen ciega y silenciosamente a algún lobo, hasta que se da la vuelta y nos come también – como podemos ver ahora, ya nadie está a salvo. Se nos ha tratado como marionetas que van de las manos de un dueño perverso a otro durante ya mucho tiempo, y en esta época de comunicación masiva podemos unir fuerzas desde todos los rincones del mundo para hablar y compartir nuestras esperanzas por la humanidad; tenemos que hacerlo por nuestro propio bien y el de las próximas generaciones. Ya no dejemos que se nos diga en qué creer.

Es por esto que yo elijo seguir creyendo en la humanidad y le pido a todos los que todavía creen en algo que no es destrucción que hablen y escuchen a otros. Si no lo hacemos, la incredulidad y desesperanza seguirán contribuyendo a la destrucción del mundo y todo lo que contiene.

 

2 thoughts on “¿Por qué sigo creyendo en la humanidad?

  1. Muy buen mensaje, que hace reflexionar a todos, como parar y frenar todo esto, como decir a todos que queremos un mundo tranquilo y feliz y que no es difícil querer y respetar al prójimo, querer y disfrurar de la vida y la naturaleza, pero hay guerras por religiones y tierras, hay mucha maldad y tristeza. Tenemos que empezar AHORA, como la iniciatica que compartes y ojalá que nosotros todavia gocemos de un mundo sin maldad ni guerras pero entonces hagamoslo por nuestros niños para que reciban un mundo distinto y mejor e inculcarles a que sigan respetandose y manteniendo la Paz entre ellos.
    Carmen Paz V.

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